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Llevo años caminando y leyendo a quienes lo hicieron antes que yo, a quienes dejaron su reflexión, su sabiduría. Poniendo atención a las claves desentrañadas y al caminar. Divagando sobre la información obtenida. Pero con esto solo puedo reconocer que mi realidad no incluye la realidad de los demás. O al menos no soy cierto de lo contrario. The Eye is Delighted simplemente comparte. No desea acumular, ni que tu acumules datos. Especialmente hoy, que sentirás su presencia a todas manos. Datos, datos, datos. El conocimiento es mi comunicación en una proporción similar a lo que el paisaje me cuenta. Ahora media tu esfuerzo y tu capacidad de aceptar libremente mis planteamientos, adaptarlos, o ser fiel a tu paisaje a tu memoria.

Si camino muy rápido, detente lector y encuentra tu ritmo. Si me significo en pesadas conversaciones, sáltatelas y busca el interés más adelante y en el caso de que te aburra no me sigas, sigue a nadie y que nadie te guíe.

Cargo en parte con la responsabilidad, la de guiar el imaginario hacia el pasado junto a aquellos que emprendan esta ruta. Pero no soy nadie. ¿Quien es nadie para guiar a quien debe guiarse solo? Si deseas encontrar las claves de una ruta, busca tus claves. Quien guía eres tu mismo y no nadie. Recuerda lector la historia de Polifemo.

"Valle Guadalope y Aliaga"

DATOS DE NAVEGACIÓN

  • Inicio: Aliaga. Ermita Virgen de la Zarza.
  • Acceso: Posibles desde Teruel vía Carretera nacional N-420 y A-1403. Desde Ejulve vía A-1403. Otras opciones por TE-8008 y pista desde Pitarque.
  • Dificultad: media. Itinerario circular.
  • Señalización: Senda Fluvial 1 PRTE 10, balizado en amarillo y blanco. Excelente señalización en casi todo el trazado. 
  • Tiempo real a pie: 4h.
  • Distancia: 9 km.

Santuario Virgen de La Zarza

Un puente de piedra y forja conduce hasta la entrada del santuario. A las 9 de la mañana el Ojo ya está a la espera. El día será de bochorno que empieza a derretirse sobre camino, coche y tejados al sol. Arranco por el final, por la muerte, encerrada entre las tapias del cementerio junto al edificio de la Ermita de excelente planta y mejor conservación. Después paso con sigilo a los jardines y bajo la intensidad de mi voz, como siempre ante una Iglesia. Me muevo en susurros y respeto ante La Zarza. Echo un vistazo a su interior por un ventanuco, confirmando la buena salud de los santos y el interior de su vivienda.

Pero el camino de la devoción también tiene estos contrasentidos. Complaciente a la muerte y al mismo tiempo cauto no sea que la entrada al infinito llegue repentina. Agasajar a quien está más allá -si hubiera alguien- para advertirle caso de nuestra llegada, es de precavidos. 

Aquí no solo símbolos de muerte y fugacidad del tiempo prenden en este principio del recorrido. En poco espacio se da también encaje a los lavaderos, la Fuente Centenaria y merendero y un camping turístico. Detrás, a las espaldas y escondidos por las choperas del Barranco de La Virgen, otro infinito, el de la despoblación, el monte reseco y la chatarra.

Antes de continuar paro, curioso por la inscripción de una losa, a la altura de los ojos. Quien puede resistir la tentación de convertirse por instantes en  Jean-Francois Champollion y resolver jeroglíficos. No tengo su mismo éxito y no alcanzo a traducir la totalidad del texto, ni siquiera su contexto. Te dejo lector que busques tu e investigues. Tal vez encuentres una explicación, un motivo de por qué Zarza y no Aliaga.

"inscripción latín"

La ribera del Río Guadalope

Empiezo el camino propiamente dicho hacia el primer kilómetro con el ánimo de evitar el sol y ampararme en la sombra ribereña y al poco a nuestra derecha se rompe la línea de fachadas con otro imponente bloque, La Iglesia de San Juan Bautista. Aparece entre los chopos ganando el  escaso horizonte. Un poco más acá piscinas municipales y pabellón multi usos. Antaño ayuntamiento, tele club y cuartel de la guardia civil, eran los destacados de las edificaciones laicas. Ahora debemos sumar a los nuevos. Allí los tenemos.

Continuando por el río, estoy a la altura del Barrio Bajo y en la orilla izquierda se destaca otra torre. Lo que parece una fundición o tejería. Recuerdo que Aliaga se ha involucrado con esperanza en poner otra cara al turismo e incorporar el patrimonio industrial como uno de sus atractivos. Sea de éxito o no, recuerdo aquí que la conservación del patrimonio es el fundamento de la memoria.

Alcanzo la primera curva que cierra el valle donde el río y yo nos perdemos por pasajes colgantes y chopos.

Estrecho de La Aldehuela

La ribera extensa y fértil se ha encogido y se reduce a unos metros de ancho antes de ceñirse entre laderas. Carretera, talud, orillas y río se disputan este escaso espacio durante el siguiente kilómetro. Compartir ancho incluso llega a ser inviable y aparecen túneles y extraplomos esculpidos bajo los que pasa agachada la calzada.

Sobre esta competencia por el espacio, avanzan mis pisadas de sonido metálico de pasarela. Estos artilugios se han convertido en un elemento más del paisaje y le usurpan protagonismo por lugares antes de inimaginable tránsito. Acceder a lo inaccesible es algo que parecemos olvidar y que no debiéramos. Pienso en lugares sagrados, solitarios sin nadie que los pise. Tal vez, en alguna ocasión, el furtivo, a la caza o pesca de una necesidad. Tal vez el fotógrafo buscando una captura repentina. Nosotros somos otra cosa, somos cortésmente invitados y debiéramos no olvidarlo.

Me detengo, a una altura de unos 6 metros sobre las aguas y casi al mismo nivel de la carretera. En frente se elevan torreones, mamparas y lienzos cambiantes en matices y verticalidad. Todo ello en calizas y entre evidencias que permiten al experto la lectura de otro paisaje y los acontecimientos que lo modelaron hace 140 millones de años. Oirás la palabra mucho por aquí: Cretacico. 

"pasarelas"

Continuando hacia el este aguas abajo, se advierte ya en el paisaje la salida del estrecho y la cercanía del siguiente sector destino del Ojo. Mientras la senda sigue por la derecha internándose bajo las cuestas de la Loma del Posador, la carretera se escapa hacia la izquierda, hacia el poblado de la Aldehuela, en pronunciada curva buscando sombras bajo escarpes de conglomerados. 

Dejo atrás las choperas, los sauces, las junqueras y las aglomeraciones de plantas subacuáticas características del lento entrar del río a remanso a cola de pantano.

Por las orillas del Embalse

Toca ascenso y salgo a las cuestas pedregosas moteadas de enebros y sabinas. Más arriba los guillomos entre pinares de repoblación bien incorporados en aspecto de bosque naturalizado. Son unos treinta metros de desnivel que permiten salvar por la derecha el altozano que abre el paso del río a embalse. En el collado y apartado del sendero encuentro un martillo de geólogo. Visto su aspecto deduzco que ya es viejo, muy viejo. No solamente por su color, de metal oscurecido por el tiempo, sino también por su diseño y cueros del mango. Ya no se hacen así.

Durante los veranos son frecuentes los encuentros fortuitos del Ojo con estudiantes de geología venidos de Holanda y Alemania. El patrón de comportamiento en campo es muy semejante. Los veo enfrentados a taludes descarnados de vegetación, con sus clinómetros y mapas, calculando buzamientos. Buscan la interpretación de lo que allí mismo ocurrió antes, mucho antes de que ellos llegaran para freírse en la canícula turolense. 

-Hallo vriendje! -pruebo con mi escaso Neerlandés.

– Hoe gaat het ermee?

-Ja, alles goed -responden. El resto de la conversación, que tranquilo lector, es corta y no voy a reproducir, transcurre en Inglés.

Ellos van siempre en parejas, con grandes pamelas y gorros en defensa del sol y siempre buscando como yo dónde mirar y navegar.

– Nog een leuke werkdag! -les digo como despedida

La bajada a la orilla es directa. Desde este punto y a escasos trescientos metros contemplo los restos de la central térmica. Los carrizos decoran el espacio que nos separa en caprichosas isletas o redondos de verde intenso. El vaso del embalse es de pequeñas dimensiones y parece muy colmatado de limos. Imagino los días de lluvias torrenciales aguas arriba con arenas y arcillas empujadas hasta aquí cambiando el esmeralda por marrón del color.

"Aliaga central termica"

A la izquierda más instalaciones, levantan sus muros en hormigones que parecen búnkeres y defensas antiaéreas y abajo el poblado de La Aldehuela al que accederé mas tarde una vez rodeado el pantano. Esta distancia, de medio kilómetro aproximadamente, hasta el muro de la presa se salva por sendero estrecho con escasas cuestas, ceñido a la orilla del agua misma y acompañado de verdor y frescura.

Atención, una vez superada la presa, la señalización introduce otra opción de recorrido que no debemos seguir, al menos no en el día de hoy, pero tal vez sí en otra jornada porque su vista es espectacular. Me refiero a la Hoz Mala o segundo tramo de la Senda Fluvial.

Cruzo la presa, enfrente la vieja estructura industrial Eléctricas Reunidas De Zaragoza S.A., envuelta en el fragor de la ruina. En estos tiempos en los que todo el mundo se afana por dotarle nuevamente de alma y genio, no encuentro mejor actitud que sentarme frente a ella. Quiero oír su versión, esa representación porque nada me parece mal cuando lo inspira la belleza de la ruina. Ha jurado para siempre austeridad y solitaria vida.

Subo a la carretera, hasta lo que podría ser otro punto de inicio del anillo, una explanada o parking frente a los restos de un pequeño edificio fortificado, aparentemente un puesto de control como casi todo, en ruinas. Giro a la izquierda con otra visión del edificio principal y la corte de pequeñas dependencias que lo rodean. Carretera abajo hacia el barrio de La Aldehuela paso frente a las instalaciones de hormigón. Lo que me parecían búnkeres entiendo ahora como grandes tolvas y túneles para la recepción del carbón. Imagino el espacio hace 50 años, con pequeños camiones apresurados al transporte de aquí para allá, ruidos de vagonetas bajo un ambiente gris humeante y trabajadores a turnos.

Recuerda El Ojo, la excursión de colegio, junto a otros niños como él a un lugar de nombre Andorra, dónde el régimen les llevo para gloria y muestra del desarrollo industrial. Se construía por aquellos años lo que para nosotros no eran nada más que volúmenes de hormigón en medio de un desierto. Qué sabía este mirón que aquellas obras marcaban el destino de lo que ahora contempla. Curiosamente el proceso se repite. Aquellos ingenios industriales de futuro ya han caído, y se construyen otros. Molinos gigantes, espejos solares, pero ya no se traen niños a los que intentar sorprender. Los heraldos anuncian sueños de abundancia y dibujan de nuevo espejismos de presente.

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El Barrio de La Aldehuela.

Agarrado a la central por interés, se encuentra muy próximo a ésta, encima de la carretera, a la derecha. Su aspecto es el de los habituales pueblos de colonización o barriadas industriales construidas en los 50’s, mismo patrón escasa variación, producto de las prisas y seguramente de los pocos recursos. Desde la carretera las casas ascienden ladera arriba con acceso por una calle única coronando al final en un edificio algo más presuntuoso. Seguramente en esas tres décadas de esplendor, las puertas se llenaban de rostros y las chimeneas de carbón y fuego.Hoy es más bien un lugar de vacaciones que ha vuelto a abrir su calle. No me detengo en su visita, pero sí reconozco que aporta un poco de orden al caos cercano. Perdón si alguien oriundo del lugar me ve pasar sin detenerme.

“Según la Revisión del Padrón a 1 de enero de 2009, Aliaga cuenta con un total de 384 habitantes, repartidos de la siguiente manera: Aliaga 293, Aldehuela 24, Campos 17, La Cañadilla 5, Cirujeda 23 y Santa Bárbara 22 habitantes. Su densidad de población es de 1,95 hab/km2, cifra muy baja debido a la extensión de su término y a la escasa población de los núcleos urbanos que forman”

Así que Aliaga son seis y uno y La Aldehuela forma parte de este milagro logístico dentro del Maestrazgo.

Atención, desde ahora la señalización es escasa y hay que caminar sin salirnos del sendero. Dejo atrás el barrio por su último edificio en la parte alta y a la izquierda y entro en un suave barranco o depresión en ascenso. Voy pasando metros , entre terrenos baldíos sin saber muy bien quien fue primero en irse, la minería o la agricultura, o si ambos lo hicieron radicalmente y al mismo tiempo. Son de nuevo paisajes de despoblación y juventud a la huída.

"art land"

He ascendido unos cien metros desde la carretera, alcanzado un collado y veo abajo de nuevo el Estrecho: pasarelas, río y carretera. Al otro lado se extienden la Val de Campos y hacia la izquierda Aliaga y el valle del río Guadalope. Sorprenden aún más las vistas hacia las paredes calcáreas de enfrente los elegantes plegamientos que las decoran, el Land art de la tectónica.

Inicio el descenso y unos metros después tomo un sendero de nuevo en ligero ascenso, a la izquierda, hacia el Mirador del Túnel ventano excavado en la roca que permitía el transito volado del carbón desde explotaciones más alejadas.

De nuevo sigilo y silencio del Ojo ante la escasa luz. Los hierros que antaño no paraban en su actividad día y noche para alimentar de carbón la insatisfecha voracidad de la central, se recortan inmóviles en siluetas sobre la luz. Son los soportes y cables de las vagonetas que de aquí bajaban hacia las tolvas.

Vuelvo a la senda, al solazo que pega de firme y al descenso hasta la carretera. Por esta entro al pueblo con la idea de buscar el mejor modo de dar la vuelta por el Castillo. Hay alguna indicación a medio pueblo y comienzo el ascenso.

En estos momentos al Ojo mirón le interesa mucho más fisgonear entre las murallas y subir a la cruz que hacer el reposo al que invita el fitero. Allá voy, a imaginar cuando y por qué construyeron en este sitio la fortaleza. Asciendo por sendas entre estructuras de muralla, poco estables algunas, para acabar rodeando al lado noroeste por encima de una docena de torreones y algún baluarte defensivo en pie. De nuevo el sonido metálico a pasarela y finalmente alcanzo la cruz.

Pronto desisto de toda reflexión histórica, no por el calor, tampoco por la historia, que es larga, de órdenes militares, reconquista al musulmán, encomiendas. Desisto por la excelencia del paisaje que roba mi concentración.

La visión escénica cuando se contempla este espacio está presidida por elementos omnipresentes. Este conjunto de ruinas arqueológicas, mineras, religiosas, castillo, presa, senderos, peñascos, intenta mantener su integridad, no tanto funcional como de memoria.

Es un compendio en la memoria de nadie.

La noche cae, seguirá el calor tórrido, el calor tropical. Yo cansado me voy a dormir. Atrás quedan, enredados entre choperas, estrechos calcáreos, hierros roñosos y siglos de historia, 10 kilómetros de camino recorrido. Un valle de río largo de 4 sílabas que da espacio para un pueblo, pequeño, empequeñecido por la renuncia del desarrollo y esquilmado por él durante décadas. Aliaga estará ahora bulliciosa, al fresco, esperando que la esperanza llegue.

En mi cabeza los metálicos pasos de hierro, y debajo, el agua del río Guadalope que sigue su paso, que sigue a nadie.

Son numerosas las guías relacionadas con este itinerario, con datos y aclaraciones de índole geológico, flora, fauna, y evolución histórica social . Recomiendo al lector que acuda a ellas no con la obsesión de acumular datos como ya he dicho, sino más bien con la de aclarar términos para los que The Eye is Delighted no ha encontrado en su pasear el tiempo suficiente a dedicarles.

"panoramica castillo Aliaga"

Interesados más info en:

ignacio@theeyeisdelighted.com

Dramatis Personae.

  • Y para finalizar permite al Ojo que presente los personajes de la Obra que te pueden ir bien si has de investigar en otras publicaciones.
  • Santuario de La Virgen de la Zarza, la devoción.
  • Río Guadalope, el rey.
  • Pasarelas, al servicio del Rey.
  • Embalse de Aliaga, un sirviente.
  • Central Térmica, la reina madre.
  • Restos mineros, al servicio de la reina.
  • La Aldehuela, el bufón de la corte.
  • Castillo medieval, la visión.

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